lunes, 5 de mayo de 2008

El tercero en discordia



A Usain Bolt le presentan en Jamaica como el anti-Asafa Powell y el jovenzuelo parece disfrutar con el papel que le han asignado los medios de comunicación. Powell, el chico indolente pleno de talento, ha hecho lo justo para batir el récord del mundo de los 100 metros (9,74s en septiembre de 2007), pero no le gusta trabajar, sudar, y no sabe competir, dicen: en las finales se raja. Bolt, el niño prodigio (corrió los 200 metros en menos de 20s a los 17 años), se santigua antes de correr, trabaja como un condenado, viaja con su mamá a los campeonatos y no engaña a su técnico, Glen Mills, racaneando en los entrenamientos. Además, dicen sus forofos, la mayoría de los medios de Jamaica, su isla, corre muy deprisa.
El sábado, por ejemplo, Bolt, considerado hasta ahora solamente como especialista puro en los 200 metros (mantiene el récord mundial juvenil de la distancia y logró la plata en los Mundiales de Osaka), lo dejó bien claro en la reunió de Kingston: en sólo su segundo 100 de la temporada que acaba de comenzar (justo acaba de terminar abril), Bolt, que aún no ha cumplido los 22 años, logró una marca de 9,76s, la segunda mejor de la historia, lo que le convierte en el segundo atleta de todos los tiempos que baja, sin tacha, de los 9,80s. El primero es su compatriota Powell.
Los manchados son Justin Gatlin (9,77s), que purga una sanción de dos años por dopaje; Mo Greene (9,79s), quien, según dijo a los fiscales de California un camello mexicano, Memo Heredia, consumía anabolizantes prohibidos; Tim Montgomery (9,78s), marca borrada de las tablas y su poseedor castigado por dopaje, y Ben Johnson (9,79s), el primer gran maldito del atletismo moderno, desposeído de sus marcas y su título olímpico de Seúl 88 por dopaje.
"Nunca se sabe, nunca se sabe", respondió Bolt, aún sorprendido por una marca que no esperaba ni loco, cuando los periodistas le preguntaron si acabaría batiendo este año el récord de Powell. Su marca del sábado, tan sorprendente por tantos motivos, le da pie para la ambición. Lo único lógico de la carrera de los 9,76s, disputada al nivel del mar, es la velocidad del viento, 1,8 metros por segundo, fuerte pero en los límites de la legalidad, fijados en 2 metros por segundo. El resto es alucinante: comenzando por las dos salidas nulas previas a la buena (las peores condiciones para una buena marca), continuando por las 27 centésimas de mejora, un mundo, de Bolt en la prueba (su anterior mejor marca en los 100 era 10,03s, conseguida dos veces, en septiembre y en marzo pasados), siguiendo con la forma en que lo consiguió (igualado por sus rivales, Patton, Bailey y Spearmon, hasta los 50 metros, pasado el ecuador, Bolt salió disparado como impulsado por un tirachinas, relajado y fluido, como si la primera mitad la hubiera corrido acumulando energía potencial en una cinta elástica), añadiendo la temprana época de una temporada que tendrá su punto fuerte dentro de más de tres meses en los Juegos de Pekín, y terminando por las propias características físicas del jovencito Bolt, un zangolotino de 1,96 metros y, según la ficha oficial, sólo 73 kilos que parecía descoyuntarse en sus carreras de 200, con los talones pegando en el trasero: un Tommie Smith sin cuajo.
El menos sorprendido de la noche fue el entrenador de Bolt, quien ya había anunciado que, una vez superados sus problemas de lesiones ligadas a su exagerado crecimiento, Bolt se trabajaría este año también el 100. "Yo habría preferido que se lanzara al 400, donde sería una gran figura, pero él ha insistido en el 100", dijo Mills.
Como en Jamaica florece el talento y en Estados Unidos viven las consecuencias del caso Balco, de repente, la pelea por el título de rey de la velocidad ya no es cosa de dos, sino de tres: el campeón, Gay, el plusmarquista, Powell, y el aspirante a todo, Bolt.
Si a Gay, el doble campeón mundial en 100 y 200 metros, que corrió los 200 en 20,00s en la misma reunión de Kingston, le sorprendió la prestación de Bolt, no lo exteriorizó. "Corrió hermoso", dijo Gay de quien había ascendido al nivel de gran rival en el futuro olímpico; "corrió muy suave y con decisión".