lunes, 21 de julio de 2008

El guerrero silencioso y el 'showman'


Usain Bolt consiguió en menos de 10 segundos lo que durante años no lograron ni el dinero ni las amenazas. Hace dos meses, en una tarde eléctrica de aguacero, rayos y truenos, el jamaicano rompió el récord del mundo de los 100 metros (9,72s). No habían pasado más que unos minutos cuando ya le sonaba el teléfono. "Felicidades. Me has hecho trabajar más duro", le dijo la voz de un compatriota defenestrado. Hablaba Asafa Powell, el más veloz del planeta hasta esa carrera (9,74s), y su afirmación fue una sorpresa. Powell vive flotando entre las voces autorizadas de su entrenador y sus padres, que le acusan veladamente de manejar como nadie una ecuación prodigiosa: máximo éxito con el mínimo esfuerzo. Mañana, en Estocolmo, se revelará si Asafast, algo así como Asafa el rápido, ha cumplido su palabra.

"Asafa ha sido retado por un compatriota", dice John Smith, el oscuro gurú de la velocidad estadounidense, mientras se toma una cerveza helada. "Los dos son unos grandes competidores, pero creo que Asafa ha crecido en ese terreno gracias a esta nueva situación", continúa el polémico ex entrenador de Ato Boldon y Maurice Green, campeón olímpico de los 100 metros perseguido por la sombra de un dopaje nunca probado. "Antes, Powell simplemente jugueteaba. Ahora está realmente serio. Ha comprendido que tiene un gran competidor en el sprint. Y eso es una buena cosa. Asafa es un guerrero silencioso. Bolt es un showman. Son dos personalidades diferentes. Asafa está aprendiendo a enfrentarse con la presión que tiene sobre sus hombros. Puede que sea más fácil para él ahora que no es el único ahí fuera que puede correr rápido porque ya tiene a Bolt junto a él. Eso quita mucha presión, muchos focos de las espaldas de Asafa. Ahora hay tres tíos rápidos: él, Bolt y Tyson Gay, que pueden correr en 9,7s".

El mundo de Powell, lastimado como casi siempre en los adductores, se ha transformado desde la aparición de Bolt. El chico corría los 100 metros en 10,20s con 15 años. Rompió el récord junior de los 200. Y todo eso se ha unido para formar a la estrella que es hoy desde que se entrena con el duro Glen Mills, el hombre que ha transformado su frecuencia de zancada y le ha alejado de la fiesta, las copas ocasionales y el cricket. "Cuando se mezclan su sabiduría en el sprint con el tipo de talento que tiene Usain, pasan grandes cosas", cierra Smith.

El desafío sueco que une a Bolt y Powell ya ha encontrado su titular entre los publicistas de la carrera: "Un duelo para los libros de historia", dicen en Suecia. Hay razones para ello. Entre los dos velocistas han corrido los seis 100 metros más rápidos de siempre. Tan sólo se han enfrentado una vez este año, a medio gas y en los trials jamaicanos (ganó Bolt). Y la carrera anuncia lo que está por venir en un par de semanas: en agosto, en Pekín, sólo el estadounidense Tyson Gay parece capaz de impedir que uno de los dos gane el oro olímpico, que Bolt también persigue en los 200 metros. En China habrá metales. En Suecia, quizás, diamantes.

Hace un año, Powell rebajó el récord del mítico estadio de Estocolmo (9,86s), y se llevó una gema como premio. "Vengo a por otro", ha avisado ya. No lo tendrá fácil. A las dos estrellas no sólo les distingue el sueldo. Véanse los contrastes. Dayron Robles, el genial vallista cubano, se pasea por Estocolmo embutido en sus gigantescos cascos de música sin ser por nadie molestado. Sanya Richards, la estrella estadounidense, se muestra distendida entre un tropel de atletas de su país. Y, mientras tanto, a Bolt le recoge un coche de lujo para llevarle con todos los honores a una entrevista concertada desde hace meses "No puedo hablar. Tengo un compromiso previo", dice con un murmullo atorado. No fue ayer el caso de Powell. El hombre tranquilo se paseó con un fajo de coronas suecas en la mano, calzando unas converse verdes y luciendo oro atado al cuello. "El amor mata", decía su camiseta marcándole el pecho. La casualidad ilustra el enfrentamiento de los dos hermanos jamaicanos en la pista. Ocurrió en un céntrico hotel de Estocolmo. Entró Powell a cenar justo cuando se acababa de marchar Bolt y ni se cruzaron las miradas. Mañana, sobre el tartán de la capital sueca, tampoco ninguno de los dos querrá esperar al otro.

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