viernes, 29 de agosto de 2008

Bolt arrasa en vacaciones


Nunca un velocista se mostró tan displicente, tan poco respetuoso con la liturgia, tan desinteresado en concentrarse en su carrera. Usain Bolt se presentó en Zúrich, se peinó las cejas en los tacos, hizo una parodia de las vedettes de la velocidad, no dejó de saludar a la cámara ni por un instante, y corrió los 100 metros más rápidos que jamás se hicieron con menos gasto de energía.

Nunca un velocista se mostró tan displicente, tan poco respetuoso con la liturgia, tan desinteresado en concentrarse en su carrera. Usain Bolt se presentó en Zúrich, se peinó las cejas en los tacos, hizo una parodia de las vedettes de la velocidad, no dejó de saludar a la cámara ni por un instante, y corrió los 100 metros más rápidos que jamás se hicieron con menos gasto de energía. Tranquilamente, paró el cronómetro en 9,83 segundos. Hizo la décima mejor marca de la historia y se fue a firmar autógrafos sin preocuparse por el tiempo establecido. El resto de los participantes se convirtieron en meros espectadores. Medio desmoralizados, medio encantados de haber compartido el tartán con un individuo tan descomunal.

Bolt quiere volver a Jamaica cuanto antes. Después de coronarse en los Juegos de Pekín con dos récords de época, en 100 y 200 metros, y tras colgarse el tercer oro en los relevos, el chico se ha convertido en el jamaicano más admirado desde Bob Marley. Es un héroe nacional. Tiene 22 años recién cumplidos y su salto ha sido tan prodigioso que da la impresión de necesitar un respiro. En 2007 su mejor marca en 100 metros fue 10,03 segundos. Este año ha batido dos veces el récord mundial. Primero, en una noche fría de Nueva York, en mayo, hizo 9,72. Después, en Pekín, hizo 9,69. Desde el 16 de agosto, Bolt corre solo.

Ayer cubrió la recta en 41 zancadas. Sólo Walter Dix se atrevió a desafiarle en los primeros 30 metros. El estadounidense quiso poner al jamaicano a su rueda, aprovechando que su tiempo de reacción es menor. Bolt se lo tomó con calma. Fue el último en arrancar. Su cuerpo, 1,96 de estatura, no le permite una salida eléctrica. Tampoco es que le preocupe. A los 20 metros de carrera ya había alcanzado la misma frecuencia de zancada que Dix. Con una diferencia. Mientras que el estadounidense produce zancadas cortas, Bolt se estira hasta los 2,70 metros. No llegó a tanto ayer. No le hizo falta para volar. Corrió relajado. Sin consumir apenas oxígeno. A partir de los 40 metros fue abriendo una distancia insalvable con sus rivales.

Bolt intimida tanto a los otros corredores que más allá de los 50 metros cunde el desánimo. Se extiende un desaliento contagioso que repercute en las marcas. Ayer, además de Bolt, Dix fue el único que bajó de 10 segundos. Por poco. Hizo 9,99. Los demás, no dieron lo mejor de sí mismos. Se hundieron al paso del huracán. La visión no pudo ser más abrumadora. Bolt estaba de vacaciones. Harto de las pistas, con ganas de regresar a Jamaica, a su pueblo, a Trelawny, a los bares, a las fiestas y a los fastos que le esperan. En esas condiciones resolvió darse un paseo. Corrió relajado, sin tensión. Su único propósito fue exhibir el palmito, mandar saludos a sus amigos y familiares. Hacía vida social mientras salvaba el hectómetro en 1,83 segundos. Una marca extraordinaria. Un récord mundial, no hace mucho. Para Bolt, el resultado de unas vacaciones.

Mientras Bolt se paseaba, Dayron Robles celebró otra victoria en 110 vallas (12,97 segundos). En los 400 metros, Jeremy Wariner se impuso sin grandes derroches (43,82 segundos). Lo mismo hizo Isinbayeva en pértiga (4,88 metros).

La keniana Pamela Jelimo fue, además de Bolt, la gran figura de la noche al hacer 1m 54,01s en los 800 metros, la tercera mejor marca de la historia. A sus 18 años, Jelimo va camino de batir el récord de la distancia. A diferencia de la mayoría de los participantes, Jelimo no acudió a Zúrich para estirar la temporada. Recortó la marca que le llevó al oro en Pekín (54,87 segundos) y se puso en situación de convertirse en la mejor de todos los tiempos.

Por otra parte, la atleta ucraniana Lyudmila Blonska fue sancionada de por vida por dar positivo durante los Juegos de Pekín por methyltestosterona. Perdió la medalla de plata que ganó en el heptatlón olímpico.

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