domingo, 24 de agosto de 2008

El Bolt del fondo


En la última vuelta, el campeón de Europa, solo en la recta, nadie por delante, nadie por detrás, echó un vistazo a su izquierda al otro lado del estadio, a la entrada de la curva. Por allí llegaba el tren dispuesto a llevárselo por delante si no se apartaba. Pero no sintió miedo. "Sentí envidia, envidia sana por un atleta que parece que viene de otro mundo", dice Jesús España; "y también frustración..." Los mismos sentimientos que, seguramente, habrán sentido algunos de los mejores velocistas del mundo que han sufrido la ley del rey Bolt en los sprints.

A diferencia del campeón de Europa, Kenenisa Bekele, la locomotora del expreso que iba perdiendo vagones a cada zancada, no parece sufrir melancolía y tampoco parece tener estados de ánimo. El etíope manejó la final de los 5.000 metros con la misma frialdad y precisión con la que había ejecutado unos días antes a toda la oposición en la de los 10.000. Incluso con más eficiencia y dedicación. Y, sin embargo, si algún sentimiento parecido a la frustración ha podido sentir el fenómeno etíope a lo largo de una carrera en la que ha multiplicado victorias, títulos y récords de 5.000 y 10.000 metros, seguramente sería la de no haber logrado nunca el doblete 5.000-10.000 metros, la impronta que define a los fondistas hors catégorie en unos Mundiales o unos Juegos. Es la marca de Zatopek -aunque el checo, en Helsinki 1952, añadió al doble un tercer elemento absolutamente imposible antes y después: la victoria en el maratón de su debut-, la marca del soviético Kuts en Melbourne 1956, la doble marca de Lasse Viren, el finlandés que tan bien supo manejarse con las transfusiones de sangre los años en que estaban permitidas, en Múnich 1972 y Montreal 1976, la huella, en fin, de Mirus Yifter, el etíope de Moscú 1980, el compatriota en quien siempre se ha querido mirar. Es la señal de grandeza eterna que Bekele empezó a cortejar en los Mundiales de París 2003, la competición de puesta de largo atlética. Tenía 21 años. Ganó el 10.000, pero el 5.000 también lo deseaba El Guerruj. En la pelea entre los dos grandes orgullos terció Eliud Kipchoge. En su segundo intento, en Atenas 2004, la victoria fue para El Guerruj, autor de un doblete a lo Paavo Nurmi que le sirvió para saciar su sed. Se retiró poco después, colmado. Mientras tanto, el hambre de Bekele se había multiplicado.

Ayer, los rivales eran el consabido Kipchoge, el keniano que no le ha vuelto a ganar desde París, y Lagat, otro keniano que corre por Estados Unidos y llegó a Pekín enfermo y lesionado, pero dispuesto a repetir el logro de los últimos Mundiales, la doble victoria en el 1.500 y el 5.000. En el 1.500 no llegó ni a la final. Ayer aguantó al etíope desencadenado 4.000 metros. En el 2.500 ya se había desenganchado del convoy España. "He aguantado hasta que no podía más y ha sido un error", dijo el fondista de Valdemoro, que aspiraba a repetir su séptimo puesto de Osaka; "si me hubiera soltado antes, quizás podría haber remontado. Pero, de todas formas, con las condiciones que había, no estaba para hacer un 13m 10s".

Remontó un poco más su compañero Alemayehu Bezabeh, el africano que llegó a Madrid sin papeles y que tres años después ha debutado con la camiseta roja en la final de unos Juegos. Joven, tímido, de apariencia somnolienta y bastante tocado en una pierna, Bezabeh, tan etíope como Bekele, se descolgó con su amigo España, con quien coincide en los entrenamientos en el INEF de Madrid, pero después se superó, adelantó a otro blanco y acabó 11º. También muy lejos de Bekele, quien no quiso cometer el error de Atenas, aquel ritmo tan lento que hizo las delicias del final explosivo de El Guerruj. Para ello utilizó a su hermano, Tariku, liebre en los primeros 3.000. Allí, el Bolt del altiplano tomó su destino entre sus manos. Aceleró, bajó a 2m 30s el siguiente mil y fue soltando lastre vuelta a vuelta. En la última sólo le quiso resistir el habitual Kipchoge. Unos últimos 400 metros en 50s, dos 200 clavados de 25s, dieron buena cuenta de su resistencia. En la carrera de Atenas, la marca se quedó en 13m 14s. En Pekín, pese al calor, pese a la humedad, logró bajar de los 13 minutos. La primera final olímpica en que se ve.

Bolt, el pollo del Nido, ha ganado tres oros batiendo tres récords mundiales. Algo único. Bekele, el Bolt del fondo, ha ganado dos oros acompañados de dos récords olímpicos (y el de 5.000 tenía nada menos que 24 años: de Said Auita desde Los Ángeles), lo que tampoco está nada mal. Ni para derrotar a sus rivales ha necesitado más ni tampoco tenía necesidad de lograr plusmarcas mundiales: todas eran ya suyas.

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