miércoles, 15 de diciembre de 2010

PASCUA YA ESTABA ALLI


FERNANDO SÁIZ

Corría el año 1972 y la dictadura franquista empezaba su agonía. En medio de las primeras asambleas estudiantiles que cuestionaban abiertamente el régimen, la personalidad siempre peculiar de Manuel Pascua Piqueras empezaba a descollar. Pascua era por aquel entonces profesor de atletismo de la Universidad Laboral de Alcalá de Henares (Madrid), un centro público en el que se impartían clases de Bachillerato a alumnos internos que luego tenían opción de estudiar, convenientemente becados, una carrera universitaria.
Allí, en unas instalaciones magníficas para la época, fue donde Pascua me entrenó. La Universidad de Alcalá estaba especializada en atletismo, y a mí, con la candidez de mis 13 años, me dio por probar en salto de altura, donde ya nos enseñaban la técnica entonces revolucionaria de Fosbury. Con un ojo clínico que luego desarrollaría en una brillante carrera como entrenador, Pascua me dijo un día: "Chico, tú saltas bien, pero midiendo 1,45 como mides, es difícil que llegues a algo en esto". Al año siguiente, me cambié al equipo de baloncesto, donde la altura también era un hándicap, pero en el que pude desarrollar un ciclo de competición aceptable como alero bajo con muñeca fácil.
En aquel entonces, Pascua Piqueras, al que recuerdo socarrón y jovial, ya tenía un cierto nombre en el atletismo. El equipo de la Universidad Laboral de Alcalá era de los más potentes de Madrid, en dura competencia con los Menesianos, y él colaboró a crear un clima adecuado para que la abundante materia prima de deportistas que ofrecía el centro (uno de los más grandes de Madrid) orientara sus inclinaciones deportivas hacia las especialidades atléticas. Y no, siento decepcionar a los malpensados, pero no: por entonces Pascua no ofrecía sustancias para mejorar el rendimiento en las pistas.

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